Todo el mundo sufrimos en alguna ocasión a lo largo de la vida la pérdida de alguien muy querido y cercano, este hecho constituye uno de los acontecimientos más estresantes y dolorosos de la vida, especialmente si se produce de un modo repentino y brutal.
Las pérdidas forman parte de la vida, y nos prepara para aceptar la nuestra propia.
Toda experiencia de pérdida viene acompañada de un proceso de adaptación, de una reacción emocional, que se caracteriza por la tristeza ante la ausencia de ese ser querido. A este proceso es a lo que se denomina Duelo.
El duelo es individual, que depende de aspectos personales y culturales, pero que es normal y necesario. Sin embargo, cuando no aparece, o cuando es muy intenso y prolongado en el tiempo se convierte en un Duelo Patológico, llegando a necesitar esa persona atención especializada.
Por lo general, en el duelo se distinguen una serie de etapas, las cuales no están delimitadas y varían en cada persona. Estas fases son:
1. Fase de choque o negación; la persona doliente se siente bloqueada o paralizada, tiende a creer que la muerte no es real, y en ocasiones se rebela contra ella. Puede durar de horas a semanas, y se supera con ayuda del luto (rituales como el velatorio, entierro, etc...).
2. Fase de reacción emocional aguda; la muerte es aceptada por fin. Esta etapa se manifiesta con intenso malestar emocional (angustia, tristeza, llanto incontrolable, etc...) y a veces con molestias somáticas (palpitaciones, molestias gástricas, dolor de cabeza, etc...). En esta fase el doliente tiende a aislarse porque quiere estar solo, para pensar en la persona fallecida. Este período puede durar meses.
3. Fase de restitución; la persona comienza a reconocer y aceptar lo que la pérdida ha significado en su vida, aquí es el final del duelo. Vuelve a disfrutar de actividades placenteras y sigue con su vida.
Las pérdidas más dolorosas y complicadas para aceptar son las que ocurren de forma inesperada y repentina, la muerte de un hijo y la muerte por suicidio de un ser querido. Todas tienen un alto riesgo de convertirse en duelos patológicos, y en ellas predominan los sentimientos de culpa.
No hay recetas mágicas para superar el dolor de la muerte de una persona, quizás el tiempo, el apoyo social y una vida con objetivos y metas ayuda a asimilar estas duras circunstancias que la vida nos pone delante, aunque no queramos.